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Una sola vez presentí la miseria...


...Louise –quien había trabajado en casa cuidando de Poupette y de mi- vivía con su marido, el retejador, en un cuarto de la rue Madame, en la buhardilla; tuvo un bebé y fui con mamá a verla. Nunca había puesto los pies en una buhardilla. El triste corredor al que daban una docena de puertas, todas iguales, me estrujó el corazón. El cuarto de Louise, minúsculo, contenía una cama de hierro, una cuna, una mesa, y sobre ella un calentador; ella dormía, cocinaba, comía, vivía con un hombre entre esas cuatro paredes; a lo largo del corredor, las familias se ahogaban, emparedadas en covachas idénticas; ya la promiscuidad en la que yo vivía y la monotonía de mis días burgueses me oprimían. Entreví un universo donde el aire que se respiraba tenía gusto de hollín, donde jamás una luz horadaba la mugre: la existencia era una lenta agonía. Poco después Louise perdió a su hijo. Sollocé durante horas: era la primera vez que me enfrentaba con la desgracia. Me imaginaba a Louise en su cuarto, triste, privada de su hijo, privada de todo: semejante desamparo debería hacer explotar la tierra. “¡Es demasiado injusto!”, me decía. No pensaba solamente en el niño muerto sino en el corredor del sexto piso. Terminé por secar mis lágrimas sin haber puesto a la sociedad en tela de juicio.

S.B. "Memorias de una joven formal".

Los estudiantes que frecuentaba en la Sorbona...

...chicas y chicos, me parecieron insignificantes; salían en bandas, reían demasiado fuerte, no se interesaban por nada y se conformaban con esa indiferencia. Sin embargo, advertí en un curso de historia de la filosofía a un joven de ojos azules y graves, mucho mayor que yo; vestido de negro, con un sombrero negro, no hablaba con nadie, salvo con una chica morena a quién él sonreía mucho. Un día estaba en la biblioteca traduciendo a Engels, cuando en su misma mesa unos estudiantes se pusieron a hacer ruido; sus ojos echaron chispas, con voz breve reclamó silencio con tal autoridad, que obedecieron en seguida. "¡Es alguien!", pensé impresionada. Conseguí hablarle y en adelante, cada vez que la morenita no estaba, conversábamos. Un día dimos algunos pasos juntos por el boulevard Saint- Michel: a la noche le pregunté a mi hermana si consideraba mi conducta incorrecta; me tranquilizó y reincidí. Pierre Nodier estaba vinculado al grupo "Philosophies" al que pretenecían Mohrange, Friedman, Henri Lefebvre, Politzer; gracias a los subsidios proporcionados por el padre de uno de ellos, rico banquero, habían fundado una revista, pero su protector, indignado por un artículo contra la guerra de Marruecos, les había cortado los viveres. Poco después, la revista había resucitado bajo otro título: L´Espirit. Pierre Nodier me trajo dos números: era la primera vez que yo tomaba contacto con los intelectuales de izquierda.


S.B "Memorias de una joven formal".