...aún antes de definir nuestra relación, le habíamos dado en seguida una palabra: "Es un casamiento morganático". Nuestra pareja poseía una doble identidad. Por lo general éramos el señor y la señora M. Organático, funcionarios sin fortuna, sin ambición y satisfechos con poco. A veces me vestía con esmero, íbamos a un cine, a los Champs Élysées o al dancing de la Coupole y éramos millorarios norteamericanos, el señor y la señora Morgan Attiko. No se trataba de una comedia histérica destinada a convencernos de que durante algunas horas disfrutábamos de los placeres de los príncipes sino de una parodia que nos confirmaba en nuestro desdén por la gran vida: nuestras modestas galas nos colmaban, la fortuna no podía nada por nosotros: reivindicábamos nuestra condición. Pero al mismo tiempo pretendíamos evadirnos de ella: los pequeños burgueses desdorados que llamábamos el señor y la señora M. Organático no eran verdaderamente nosotros: al jugar a ponernos en su pellejo nos distinguíamos de ellos...
S.B. "La plenitud de la vida"
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