...oía a mi padre conversar de noche con mi madre y ese apacible murmullo me mecía; una noche, mi corazón casi cesó de latir, con voz pausada, apenas curiosa, mamá interrogaba: "¿A cuál de las dos chicas preferís?". Esperé que mi padre pronunciará mi nombre, pero, durante un instante que me pareció infinito, vaciló: "Simone es más reflexiva, pero Poupette es más cariñosa...". Siguieron pensando el pro y el contra y diciendo lo que les pasaba por el corazón: finalmente, se pusieron de acuerdo en querernos tanto a la una como a la otra: era lo que se lee en los libros: los padres quieren igual a sus hijos. No obstante sentí cierto despecho. No hubiera soportado que uno de ellos prefiriera a mi hermana; si me resignaba a una repartición imparcial, era porque estaba convencida de que sería a mi favor. Mayor, más sabia, más despierta que la menor, si mis padres sentían por nosotras la misma ternura, al menos debían estimarme más y sentirme más cerca de su madurez.
S.B. "Memorias de una joven formal".
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