...tenía dos años y medio menos que yo. Decían que se parecía al papá. Rubia, de ojos azules, en sus fotos de niña su mirada parece nublada de lágrimas. Su nacimiento había decepcionado porque toda la familia quería un chico; por supuesto, nadie le guardó rencor, pero acaso no sea indiferente que hayan suspirado alrededor de su cuna. Se esforzaban en tratarnos con exacta justicia; nuestra ropa era idéntica, salíamos casi siempre juntas, teníamos una sola vida para las dos; no obstante, como mayor yo gozaba de ciertas ventajas...
Victima de una oscura maldición, sufría y a menudo de noche, sentada en su sillita, lloraba. Le reprochaban su carácter rezongón: era otra inferioridad. Hubiera podido aborrecerme; paradógicamente sólo se sentia bien cuando estaba junto a mi. Confortablemente instalada en mi papel de mayor, no me jactaba de ninguna otra superioridad salvo de la que me daba la edad; consideraba a Poupette muy despierta para la suya; la veía exactamente como era: una igual un poco menor que yo; me agradecía mi estima y respondía a ella con una absoluta devoción. Era mi vasalla, mi segundo, mi doble: no podíamos estar la una sin la otra.S.B "Memorias de una joven formal".
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